Advenedizos todos

Hoy he vuelto a leer poesía. Furtivamente, en la duermevela entre cambiar pañales y abrir un ojo a preguntar a tu madre si necesita ayuda. Debe ser que cambiamos de etapa, ya no tengo la necesidad de leer sobre ti a todas horas, las preguntas siguen siendo muchas pero la necesidad de repuestas se templa. Como decía el abuelo: “nada es eterno”; menos aún la novedad. De los muchos libros en cola, algo de “Tu lado del sofá” ha hecho que fuera el elegido para ese momento tan atesorado de abrir un libro mientras todos duermen. Sin sabanas, en verano y con brisa colándose por la ventana entreabierta. De repente “las velas del pastel”, se convierte para siempre en uno de esos poemas que te toca y por necesidad tienes que parar y saborear como buscando reconocer algún retrogusto de esos que ponen en las etiquetas del vino para que parezca que sabes ¿vainilla? ¿roble? ¿cereza? No sé, pero conoces esos taninos.  Sigues leyendo hasta cerrar el libro por la última página, otra vez la mirada perdida en el techo, ausente, atrapado en una cadena de pensarmiento inevitables:

Ayer leí que en EBAU preguntaron la diferencia entre oxímoron, pleonasmo y retruécano y poca gente lo sabía. ¿Es que la juventud no escucha a Sabina? Imagino que no. Y yo que todo lo que sé lo aprendí en los libros y las canciones. Dónde se aprende ahora, ¿en Instagram? Cierto es que ahí descubrí a La Benito y que soy adicto a las baldosas de “teloputodije”. No puedo evitar pensar la pregunta de cómo sería yo de joven en este mundo que abruma. Como serás tú en uno que aún no conocemos. Menos likes y más abrazos; abrazos apretaditos por detrás dice la Benito. Me acuerdo de repente de mi primo que parece que descubrió “El Amics de les Arts” gracias a un blog perdido. Rápida conexión a la versión de Andrea Motis de “Lousiana o el camps del coto” que siempre me emociona. Pensamientos asociados a la figura del padre, enquistada vergüenza del mío y una vez más otra frase de Sabina: “Y yo que había jurado morir sin descendencia, como murió mi padre.” Cuando a mi abuelo le dio un ictus solo podía cantar canciones de la juventud ¿Me pasaría lo mismo con todas estas frases asociadas a momentos, a personas, a penas concretas, a ilusiones que nunca se perdieron? ¿Me pasará lo mismo? Todo lo que me emociona sabe a Sabina: Nada importa, Laura y otras muertes, Marwan en su momento, Zahara algunas veces, El Amics, Nacho Vegas; las novelas de Jabois o hasta Gomez-Jurado. Por supuesto, los Andreses: Suarez y Calamaro y todos los que aún cantan historias. Y Sabina se lo debe a Dylan y Dylan a Kerouac, Rimbaud y mil otros. En una recursividad infinita que acaba llevándonos a nosotros mismos. Advenedizos todos.

Recojo el carrete de mi pensamiento y miro si la caña trae alguna pieza que valga la pena. Nada. Vacío. Vuelvo a esta cama, aquí, hoy, presente. Recién vacunado y contigo a mi lado que haces que nada sea lo mismo ¿Cómo haré que te ilusionen estas cosas? ¿Cómo hacer que te guste la poesía? Nada impuesto consiguió emocionar nunca a nadie. Son solo cuatro meses y no dejo de preguntarme: ¿cómo se quiere a un hijo? Quiero hacerle siempre feliz pero no creo que pueda serlo sin conocer algo de sufrimiento. Quedan muchos, muchos años, pero hoy no podía evitar pensar que no hay emoción si la poesía no te escuece en alguna herida. Si algunas canciones no te ponen un nudo en la garganta o la música los pelos de punta. Quiero quererte y protegerte. Enseñarte sin imponerte. Estar siempre ahí, sin ser tu sombra. Quiero que siendo lo más importante nunca seas lo único que importa. Tengo que esperar, lo sé. Es pronto, pero no dejo de preguntarme, ya sin prisa, desde la templanza ¿cómo se quiere a un hijo? ¿qué pequeños detalles harán que te guste la poesía? Y agarrado a ese pensamiento me voy durmiendo. Hoy la caña no traía pieza, quizá el secreto sea ir mucho a pescar, aunque nunca traigas nada. Pero yo no sé pescar, ni muchas otras cosas, solo sé escuchar, dicen que es lo que mejor hago. Así que, pase lo que pase, cuenta siempre con eso: frases de canciones y todo el tiempo del mundo cuando te apetezca divagar. Las mejores noches de mi vida, son de verano, con vino y alguien que me quiere sin ningunas ganas de irse a dormir. El mundo sería un poco mejor si todos tuviéramos a alguien que te escuche de corazón, sin juzgar, cero prisas, una noche de verano.

Te miro, me duermo. Último pensamiento: me muero por hablar contigo.