Diciembre (Le hablas a un teatro vacío)

En Diciembre no escribí, estaba ocupando viviendo cosas que antes soñé, pero ahora ya es Enero y parece que al final Noviembre no vino para quedarse. Volvemos a empezar.

Pon muy alta esa canción que acabas de descubrir, relee ese poema que creías olvidado y pregúntate una vez más si somos dueños de nuestro tiempo para luego perderte por las frías calles de tu ciudad en este enero cualquiera. El que trajo 2013.

Photo 19-11-12 08 40 03 Si para algo sirvieron estos dos meses fue para aprender que solo vale hacer las cosas al 100%, que la tibieza también quema y el pasado a veces lastra mucho más de lo que creemos. “Vivimos en picado” dijo ella que siempre tenía la palabra perfecta, “atrévete a arriesgarte” dije yo, asustado pero convencido de que a nuestra partida le quedaban muy pocas manos.

En un tren desde Sants bajé a las ramblas de mi memoria para encontrarme con los despojos de toda una vida de decisiones tomadas, vagué y vagué por los caminos que a ningún sitio llevan para acabar recordando que cuando crees no tener nada los principios son lo único que pueden salvarte. Una personalidad esculpida durante años que es capaz de resumirse en tan solo tres palabras (siempre tres): Vive como piensas. Sé coherente hasta las últimas consecuencias. SIEMPRE. Actualmente ese es el único plan a seguir.

A ella que no ya está, que se aleja, me gusta recordarla entre vinos, con esa dulce  mirada de niña que saca la lengua cuando pronuncia “nada”, me volvía loco verla cerrar los ojos cada vez que decía “no sé” y me hacía sonreír cuando acompañaba la palabra “maquillaje” con ese gracioso gesto de restregar los puños sobre sus preciosos grandes y negros ojos. Pequeños detalles en una relación tan corta y tan perfecta que ya nunca se podrá mejorar. Nos faltó tiempo y no nos sobró absolutamente nada.

Ya ves, gané una musa y una cicatriz. Dos cosas sin las que es imposible sentirse vivo.

Que conste que este blog nunca quiso ser personal, empecé esta nueva etapa con el firme propósito de no convertir esto en un triste diario de confesiones y ahora me pregunto qué tontería es esa. No hay nada más personal que escribir un viernes noche. Exactamente por eso estoy hoy aquí, para hacerlo personal, para que siempre pueda recordar lo inmensamente feliz que fui los dos últimos meses de 2012.

Así que allá voy, sin filtros una vez más, esperando que con el tiempo los kilómetros que nos separan duelan menos que las sombras que hoy me acechan.

Y para acabar nada mejor que el poema del grandísimo Benjamín Prado que redescubrí esta semana, la canción me la guardo para la próxima lista…

Espera, no puedo acabar sin escribir la frase que para mí mejor lo resume todo, la frase es suya obviamente: «Hoy todavía te quiero más de lo que necesito, y menos de lo que puedo.»

¡¡BOOOOM!

Fue un placer estrellarme contigo.

XI

Este poema
es para que lo leas cuando no esté a tu lado,
cuando no pueda ya cuidar de ti.

No te conformes nunca con alguien que no piense
que tú eres una llama más antigua que el fuego,
que tú eres su razón para vivir.

Aprende a no querer a los que no te quieran
y elige bien a qué le tendrás miedo:
no habrá sombra que oculte lo que tú temas ver.

Escapa del que piense
que el aire es la pared de lo invisible
y huye de aquel que crea
que es más feliz quien menos necesita,
porque ése no podría necesitarte a ti.

No te rindas, no olvides jamás que la tristeza
sólo es la burocracia del dolor.
Y si sientes que el mundo se derrumba,
no intentes abrazarte
a otro que esté cayendo a la vez que caes tú,
como yo hice contigo.

Algún día
tendrás que despertarte para salvar tus sueños.
Algún día sabrás que en las promesas
hay siempre un cristal roto
en el que aúlla el viento frío de la mentira.

Recuerda todo eso.

No escondas lo que sientes por miedo a ser frágil,
como aquellos
que por guardar tan bien lo que más les importa,
lo pierden para siempre.

Recuerda que no hay nada que no pueda
ocurrir cualquier día.
No olvides que esta obra ha terminado.
No olvides que le hablas a un teatro vacío.

Benjamín Prado

 

 

Nadie raciona mi tristeza

Nadie raciona mi tristeza, ni decide cuánto he de sufrir.
Por eso he venido a decirte que no quiero explicaciones.
Mis recuerdos no admiten perdones ni culpas. Ahórratelos.

La lastima es un sentimiento que aborrezco, prefiero tu silencio.
Y si antes de despedirte propones una última noche en vela,
recuerda que a menudo es fácil confundir amor con pena,
y compasión con ganas de follar.

Sé coherente, no cedas.
Arriésgate, no temas.
Olvídame, si es que puedes.