¿Y si todos los días fueran viernes?

Es duro darse cuenta de cuánto más lista que yo eres. Siempre vas por delante. Por eso es duro comprender, al fin, que cuando empiezo a entenderte es justo cuando dejo de interesarte. Ayer garabateé en una hoja la explicación de lo que nos está pasando y comprendí, tarde, que tú en el fondo lo has tenido todo siempre claro. Meridianamente claro.

diagrama de puto loco

Y me parece bien.

Me parece bien que hayas encontrado tu sitio, tu quien, tu todo-lo-que-alguien-siempre-pudo-desear. Me parece muy bien aunque a veces no me guste. Entiendo, casi admiro, la ilusión ligeramente diluida en resignación, con la que empiezas (retomas) una relación que debería ser la definitiva. Me cuesta entender, sin embargo, porqué seguimos regando de vez en cuando ese geranio que hace tiempo que se estrelló contra el suelo:
maceta rota, tierra desparramada, futuro roto.

La foto, como algunos besos, es robada (perdón)

La foto, como algunos besos, es robada (perdón)

Y a dónde quiero ir a parar

No lo sé, pero sé que me redescubro de vez en cuando pensando en ti a altas horas de la noche, echando de menos algo que nunca pasó y revisitando tantas cosas que se quedaron a medias. Sé que esta semana intensa, en la que todos los días fueron viernes, puede considerarse otro (y van N) punto de inflexión. Y es que sentí unas inusitadas ganas de preguntarte «¿tú cómo estás?, ¿qué pasa exactamente por tu cabeza?». Obviamente me callé. La ignorancia también es una elección.

El tiempo, como todos sabemos, asienta y calma las emociones. Tres meses han bastado para que yo asuma sin ningún rencor que nuestra función para números grandes es asintótica y no se cruza más que para volverse a separar. Y yo eso lo empiezo a llevar bien, pero ¿tú como lo llevas?

En un ataque de arrogancia pensé que debía ser yo el que ahora intentara distanciarse, no por mí -lo bello ya no duele- sino por evitar ser aquel que entorpezca tu capacidad de ser feliz. Sea eso lo que sea. No quiero buscarte porque sé que algún día ya no te encontraré y si te encuentro no sé a quién beneficiaría. La infidelidad, si yo la tuviera que definir, es dejar el móvil boca abajo…bien sabes que mi pantone no tiene escala de grises. Pero es que todo esto tú ya lo intuías desde hace mucho tiempo.

Y es que cuando dejó de ser viernes entendí -de golpe- que ahora estoy empezando a ser lo que nunca quise ser. Soy el que hace que te apartes para enviar un mensaje, el recuerdo que aparece mientras te vistes un lunes por la mañana, soy el pensamiento que por momentos molesta, la incertidumbre que a veces suma peso a la rutina.

Si soy el que pone boca abajo tu móvil, eso nunca lo quise ser.

Toca retirada pues.

Pero eso tú ya lo sabías. Por eso manejas cautelosamente los tiempos, intentando construir departamentos estancos para sentimientos perecederos. El papel que yo juego en tu vida, lo entendiste tú mucho antes que yo; y elegiste en consecuencia. Yo, que por momentos sigo enamorado de lo que no fuimos, ahora empiezo a asumir que nunca hay dos versiones de la misma historia y que ésta -la nuestra- hace tiempo que se quedó sin guionista.

Y eso no hay ciudad, ni mañana soleada, ni pasado efímero que ya lo pueda cambiar. Lo cual me lleva de nuevo al principio. A descubrir que cuando yo comprendo esto ya es tarde. Porque tú siempre lo supiste. Porque entendiste hace tiempo que yo acabaría siendo un recuerdo preferente, lleno de todo-lo-que-podría-haber-sido-y-no-fue, repleto de subjuntivos y condicionales, pero poco más.

Así que me despido. Si tuviera que ponerte un nombre, te llamaría Lady Imposible. Pero, hoy por hoy, evitaré llamarte. No en este espacio-tiempo.

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