Nadie raciona mi tristeza, ni decide cuánto he de sufrir.
Por eso he venido a decirte que no quiero explicaciones.
Mis recuerdos no admiten perdones ni culpas. Ahórratelos.
La lastima es un sentimiento que aborrezco, prefiero tu silencio.
Y si antes de despedirte propones una última noche en vela,
recuerda que a menudo es fácil confundir amor con pena,
y compasión con ganas de follar.
Sé coherente, no cedas.
Arriésgate, no temas.
Olvídame, si es que puedes.