“Creía que el 2020 sería el año que conseguiría todas las cosas que quería. Ahora sé que el 2020 es el año que aprecié todas las cosas que tengo.” Leía el otro día en una de esas cuentas ‘cool’ de Instagram. Mensaje profundo que viene con reflexión superficial por mi parte. Como no, un domingo por la tarde.
Tiempo. Lo que más tuve en 2020 fue tiempo. Tiempo para pensar y tomar. Tiempo para volver a leer, 8214 páginas concretamente. 26 libros, casi tantos como en 2013 y 2014. Buenos años. Siempre cuento lo mismo, pero si hubiera que tener un indicador de mi salud mental debería ser el número de libros leídos. Tengo un amigo que decía que leer novelas era perder el tiempo que podías dedicar a mil otras cosas. Nunca me llegó a quedar claro cuáles eran sus cosas. En 2020 tuve tiempo para releer este blog y que escociera. Para eso estaba escrito. Correr casi 500km (me faltaron 8 km) y escuchar mil podcasts que me hicieron reír, pensar y echar de menos ciertas preguntas. Tiempo que perdí también de mil maneras y me alegro. Volví a jugar a cartas, al ordenador, a juegos de mesa. Bebí más vino del que ningún médico me habría recomendado. Mucho queso, pura lujuria. También viaje, lo poco que nos dejaron, en uno de los viajes más bonitos que recuerdo. Llamé a la gente que quiero y aprecie aquellos que se acordaron de llamarme. Eché mucho de menos a mi familia y me compré un billete un viernes para llegar allí el miércoles cuando hizo falta. Trabajé demasiado. Eso seguro. Pero dio sus frutos y me sirvió para ser un poco jefe otra vez y darme cuenta de que no quiero volver a serlo. Apúntate bien esto. Tiempo que me ayudó a explorar extremos y divagar por materias que convirtieron mi gran miedo de saber un poco de todo y mucho de nada en una virtud que, por fin, aprecio y atesoro. Volví a dar clases y recordé el vértigo de la preparación y la satisfacción de las preguntas y la gente interesada. Como verás no hemos venido a hablar de pandemias. No se lo digamos a nadie, pero mirando a hacia atrás solo puedo agradecer esa inyección extra de tiempo y reflexionar sobre qué tengo -tenemos- que hacer para que no sea una singularidad sino un proceso. ¿Cómo generar tiempo? Ahora que todos dicen que no tendré tiempo para nada. ¿De dónde saco más horas?
Como todas las tardes de domingo esa pregunta se presenta ante ti indómita. En enero y en principio de año aún más. A qué dedico las horas que tengo hoy, y la priorización deja clara tus intenciones; lo que no está claro es que las hayas valorado conscientemente. Hay que elegir entre leer, llamar a esa persona que hace tiempo que no escuchas, aprender ese idioma que tanta falta te hace o el cero esfuerzo de recorrer la pantalla de inicio de Netflix durante 20 largos minutos. Mejorar tus aperturas con ese libro que desde 1999 te acompaña mudanza tras mudanza a ver si algún día aprendes a jugar al ajedrez o llegar a lugares recónditos de youtube, inconfesables, casi lúgubres. Ordenar el armario, el disco duro o simplemente las ideas o hacer clic en la lista de Amazon. No hacer nada, siempre como opción. Salir a pasear o hacer la playlist mensual de Spotify para no perder tan sana costumbre. Análisis, parálisis. Piensas, ¿no sería mejor hacer solo una cosa?, pero hacerla bien. La maldición del que “mucho abarca poco aprieta”. Nunca, nunca llegarás a ser bueno en nada si empiezas mil cosas que no acabas. Por eso hace tanto tiempo que dejé de escribir. Para qué. Está claro que nunca habrá novela. Que mis galeradas no interesan a nadie. Y como las decenas de opciones anteriores, se evalúa en la ecuación de esfuerzo recompensa y elegimos, sin pensar, las de mayor recompensa a corto plazo. Gambito de Dama, pero en Netflix.
Esa dinámica es la que rompió el 2020, y a ello hay que agarrarse. Prioriza, empieza. Como decía el otrora grande Javier Malonda: “piensa en ponerte las zapatillas no en correr” y que no te dé ya miedo la amplitud; 2020 te dejo claro que eres de anchura no de profundidad. Reele a David Epstein (‘Range: Why Generalists Triumph in a Specialized World’) si hace falta, retoma ‘Quiet: The Power of Introverts in a World That Can’t Stop Talking’ o declama lo primeros 3 capítulos de ‘The Little Book of Stoicism: Timeless Wisdom to Gain Resilience, Confidence, and Calmness’.
Haz. Lee. Empieza y sobre todo… vuelve a escribir.
Hoy, primer domingo de enero, me pasó justo eso y corrí, llamé, cociné, moví 4 fichas, aprendí 15 palabras nuevas y sin casi ganas acabé leyendo 3 capítulos de un libro noruego desconocido que me llegó el otro día por Bookish. No sé si me gustará el libro o no. Pero otra vez, esa sensación de leer un párrafo y tener que levantar la vista para asimilar lo que acabas de leer. Esa sensación del primer post de este blog en 2012 (27 libros, 8298 páginas). Esa maravillosa sensación. Esa fue la que me encendió las ganas de volver a escribir algo. Aunque sea la mayor pérdida de tiempo, aunque siga lleno de faltas y nunca gané al ajedrez, ni baje de los 50 min en 10k, ni sirva de nada concreto leer libros. Eso nos enseñó 2020. Esas pérdidas de tiempo son, al fin y al cabo, lo que nos forja como individuos.
Mirando hacia atrás no me acuerdo de muchos días, momentos, viajes, conversaciones, incluso personas y me da rabia. Sin embargo, cada folio escrito hace que, 9 años después, me transporte automáticamente a aquel sentimiento que me obligó a ponerlo por escrito porque no podía pensarlo ya más…y de repente vuelve el recuerdo. Recuerdos, nuestro bien más preciado. Es que es muy simple, escribo porque esta es mi memoria. Porque la mejor versión de mí escribe. Porque todo lo que soy, lo que digo y lo que hago en el fondo viene de estas páginas que me obligan a poner en orden mis valores, redactarlos de manera inteligible y recordarme (sobre todo recordarme) que este es mi yo más profundo. Al que fácilmente le tapa el día a día, si le dejas. Y volviendo al primer párrafo, perdón por la frivolidad, pero para eso no hacía falta una pandemia. Lo que hacía falta era tiempo, para volver a leer, volver a estar presente. Ni mindfulness, ni minimalismo, ni un proyecto de podcast, ni -perdón- mierdas de esas. Solo escribir otra vez. La pequeña victoria al folio en blanco. En dosis semanales, preferiblemente los domingos por la tarde. Tiempo. Solo necesitaba aprovechar un poco más el tiempo. Ese tiempo que dicen que pronto no tendré. Tiempo, que no se te olvide. Acuérdate de perder conscientemente el tiempo.
